Desc: Última parada: Dirigida por Federica Cellini. A sólo una hora de Nueva York en coche, en el estado de Nueva Jersey, se encuentra Toms River, una comunidad muy particular. Sus habitantes tienen muchas cosas en común, pero sobre todo su edad: todos superan los 55 años. Condicio sine qua non para poder comprar una de estas casas. De hecho, es imposible que familias cuyos miembros sean menores de 19 años vivan en Toms River. No hay niños en Toms River. Salvatore Sciascia, un inmigrante italiano llegado a América con 16 años, coordinador encargado de la vigilancia, será nuestro Virgilio para descubrir a los protagonistas de este nicho generacional: Muriel, la mujer sabia; Phil, el tipo duro; Al y Annette, los amantes; y Tony, el poeta. Será a través de sus historias que lograremos abrir una ventana a su mundo. Estas comunidades, de hecho, ofrecen a sus habitantes condiciones verdaderamente ventajosas: lo único que se sacrifica es el intercambio generacional. Aquí las personas mayores pagan menos impuestos, reciben menos servicios que los ciudadanos promedio (un excelente ejemplo son las escuelas, que ciertamente no necesitan) y disfrutan de numerosos pequeños privilegios que hacen sus vidas mucho más simples. Tienen servicios de atención médica extremadamente eficientes. ¿Compras? Un juego de niños: dos veces por semana hay un autobús lanzadera que lleva a quien quiera ir al centro comercial más cercano y luego lo lleva a casa con sus bolsas de la compra. A pocos metros hay urólogos, cardiólogos y todo tipo de especialistas y las ambulancias son gratuitas. Hay una piscina para el verano, una iglesia, una sala de lectura, una escuela de baile que enseña todos los estilos diferentes, como el baile country, uno de los más populares; su código de vestimenta dice que las mujeres deben usar vestidos anticuados con faldas anchas y volantes y los hombres deben usar corbatas y botas de vaquero. Y también hay clubes bien equipados de todo tipo, que permiten cualquier tipo de actividad de ocio, desde la carpintería, donde se pueden fabricar o restaurar sus propios muebles, hasta la mesa de juego para pasar horas en torneos de bridge y pinacle. Un experimento de bienestar interesante y que invita a la reflexión.